miércoles, 7 de noviembre de 2007

Francesco Petrarca

Nacido en Arezzo, estudió primeramente Leyes en Montpellier y Bolonia para dedicarse en 1326 al estudio de la literatura y recibir Órdenes menores. Famoso ya en su tiempo por la calidad de su obra, fue coronado como poeta en 1341 en el Capitolio de Roma. Su vida cabe dividirla en dos etapas, una ligada al estamento burgués, en la que su obra está escrita en lengua vulgar, y otra cercana a la nobleza y el Papado, dominada por una escritura en prosa y verso latinos. En efecto, sus inicios estuvieron protegidos por la familia Colonna, a la que dejó más adelante para inscribirse en el movimiento unitario de Cola di Rienzi. Más adelante, pasó ocho años bajo la protección del arzobispo de Milán G. Visconti, falleciendo poco después en Arquá, Padua.
Su estilo literario recibe las influencias provenzales e italianas del "dolce stil nuovo", en especial en lo referente a la temática: la mujer, objeto de adoración por parte del poeta, quien alaba sus cualidades físicas y espirituales y se desespera en su visión o su recuerdo por su castidad angelical que la hace inalcanzable. Personificado en Laura el objeto de sus deseos -Laura de Noves, probablemente la esposa de Hugo de Sade, conocida por Petrarca en 1327-, el poeta escribe su célebre "Canzoniere". Es autor además de otras grandes obras como "Africa", de género épico; "De vita solitaria"; "Epistolae de rebus familiaribus"; etc.
SONETO A LAURA
No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.

Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.

Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.

Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.

BENDITO SEA EL AÑO

Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.

Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.

Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.

Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.

EN LA MUERTE DE LAURA

Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,

Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!

¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...

Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.


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